El
ritmo de mayor fuerza de la música cubana comenzó siendo un coro, con una estructura
que acoplaba hasta 150 voces entre solistas, tonistas, censores y coros mixtos.
Estos coros que se denominaron coros de clave, se convirtieron hacia los años
veinte del siglo xx en el canto del guaguancó. Éste tiene dos partes: una
inicial, a modo de relato, que realiza un solista que canta como si estuviera
conversando con el tambor, ya que este último improvisa entre texto y texto. La
segunda parte del canto está formada por un coro que repite continuamente un
estribillo, mientras el solista improvisa fragmentos de la historia narrada. La
introducción tiene un compás de 2/4 y la conclusión de 6/8. Se interpreta con
tres tambores de diferente afinación: una tumbadora, que da el sonido agudo; un
quinto, que da el sonido grave; y un requinto, un tambor un poco más pequeño
confeccionado en cedro. Los primeros bailes de guaguancó eran conocidos como
rumbas de cajón por el uso de este último instrumento, junto a otro tambor
pequeño conocido como guagua. Dichas rumbas se presentaban en el puerto de la
Habana, de donde salieron sus mayores exponentes. Entre los compositores se destacó
Gonzalo Asencio conocido como Tío Tom y que en los años treinta hizo
famosas sus creaciones: Bemba Colorá,
Consuélate Como Yo, Changó Va’ Vení y Regañado Corazón. Entre los interpretes se destacaron: Virgilio Martí, Carlos Embale, Celeste
Mendoza, y diversas agrupaciones cubanas de voces y percusión como: Los Muñequitos de Matanzas,Los Papines y el dúo Patato y Totico. Tomado del Libro: La Salsa un Estado de ánimo de José Ateaga
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